Wednesday, April 05, 2006









El ALBERGUE DE LAS MUJERES TRISTES
Estoy leyendo este libro espectacular de la gran Marcela Serrano. Un lugar remoto en la ISLA GRANDE DE CHILOE, al cual van las mujeres a sanarse después de haber sido mal amadas. ¿Se puede ser mal amada? Una falacia, lo que me tocó vivir me enseñó que no existe aquello de ser “mal amada”, “te quiero un poco”, “te quiero un poquito” “o no te quisieron nunca”…

Me habría gustado de todas maneras ir a parar a ese albergue, pero ese lugar remoto sólo existe en la narrativa de la talentosa Serrano, por mientras yo me conformo con teclear mi soledad en un blog que cada vez está leyendo más gente, no tengo idea por qué, si ni siquiera se cómo linquear la dirección de mis más cercanos.

Volviendo al desamor; la verdad es que me siento un poco abandonada. El 20 de agosto de este año cumplo cuatro años sin sexo. El padre de mi hija se fue huyendo como alma que lleva el diablo, supuestamente a la Isla de Chiloé, nunca regresó, debe ser que este libro me recuerda un poco aquello, pero de que tendría que haber ido a sanarse él, si le entregué todo, hasta mis ahorros, pero eso es otro asunto más lamentable del que no quiero detallar ahora. El tema es el desamor.
Los años 100 por ciento dedicados a la maternidad me endulzaron la vida, pero me endurecieron como hembra. Dejé de brillar, comencé a pasar desapercibida ante el resto de los mortales. Los primeros años de vida universitaria siempre llenos de fiestas y tomateras, fueron una tortura para mi nueva ocupación; ser madre. Iba a las fiestas con buzo y zapatilla, es que mi función era cuidar baños, sacar muchachos borrachos de los pasillos del gimnasio teja 1 y constatar que todo marche en perfecto orden. Llegaba a mi casa a las seis de la madrugada, congelada, con mis pechos a más no poder de leche, casi rompiéndose los tejidos, por el alimento que la niña no se había tomado en la noche, pero con cinco mil pesos para andar en micro la próxima semana.

Recuerdo una noche en el Copaddísimo, cuando me hice tres lucas de propina, más lo que me correspondía por noche, le compré a la niña un tarro de leche Nido, ballerinas y una que otra cosa; nada para mí. Y así siguió siendo, no me di un respiro. Cuando mis amigos me invitaban a cumpleaños y fiestas no quería ir, me sentía culpable de gastar 700 pesos en un colectivo para nada. No encontraba sentido a esa entretención superflua producto de un par de copas, es que pensaba que si lo hacía le estaba fallando a mi hija, nunca me permití gozar…

Y así pasó con los hombres. Entre correrías de aquí para allá nadie fue capaz de verme. ¿Quién se iba a fijar en esa niña chascona y mal vestida que sólo tenía en mente estudiar y ganar dinero para comprarle cosas a su hija?
Me sequé por dentro, no vi más allá y cada vez fue peor.
EL OLVIDO
Tres meses fuera de casa y del ambiente universitario me sirvieron para dejar de lado aquella fijación por ser la madre perfecta y amargada. Aprendí que no es malo de vez en cuando pensar en uno mismo, darse un respiro ¿y porqué no ir a un happy tour?, bailar con desconocidos y hasta emborracharse con un par de tequilas bien preparados…
Eso sí, pasó tanto tiempo, que no pude sacarme esa coraza, ese estigma de madre y mujer pulcra,- los hombres, los de verdad, esos todavía no me ven-.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home