Tuesday, May 23, 2006


El domingo me echaron a la calle delante de la niña. Ese día había una neblina espantosa, caminé y caminé hata que mi sendero se trasnsormó en un círculo. Empezaron a crijirme las tripa, no llevaba suficiente dinero por lo que decidí entrar a ese puesto de comida ícono del cpaitalismo e imperialismo. Pedí el combo más barato, luca 200 parece que costaba. Me lo mandé despacio con la esperanza de que si lo comía sin prisa más me saciaría pero ni eso.

Hela yo en una de las mesitas contiguas a la ventana, desde donde se ve hasta el estacionamiento. Primero oí el crujir de unos neumáticos y después las ruedas deportivo, cuyos pasajeros, curiosamente eran especímenes muy deportivos.

Bajo el cuarteto de veinteañeros con parkas naútica y antártica, pantalones de mezclilla algo cochinos zapatillas embarrabas. Ellas llevaban los pelos suelto y enredado, ellos aun somnolientos, venían de la misma orgía. Pidieron uno de esos helados del Mc Donnals, pura crema con salsa de manjar. Mientras el rubio más alto esperaba la orden la morena desaliñana se le acercó en el mesón, levantó su pierna izquierda y se abrió paso en medio de los muslos del rubio, le susurró un par de cosas al oido, alguna obsenidad porque el macho de cabellos gueros se jodía de la risa. Parece que les excitaba insinuarse en lugares públicos. Por fin salieron los helados y fueron a sentarse al único sillón de cuerina que tiene el sucucho. Rieron a carcajadas, no siquiera acabaron los helados y se marcharon a seguir la fiesta a otro lado , supongo...

Al rarto Pamela al teléfono a sacarme de este molesto sucucho.

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